viernes, 10 de octubre de 2014

Supongamos, que ahora, son las 00:00h.

Pongamos que son las 8 de un miércoles tarde y que compartimos un café con chocolate. Que estaba lloviendo y que frenó justo en el instante en el que me hiciste pisar el suelo sin bajarme de la nube. Digamos que es nueve de noviembre y me mandas flores como en la canción.

Pongamos que has aprendido a pronunciar mi canción favorita y lo haces cada vez que pasamos por el lado del chico que toca en la calle. Que nuestras manos se entrelazan juguetonas en un paso de peatones y que tus ojos miran a los míos 
como diciendo que no te lo esperabas.

Pongamos que se te pierde el reloj justo en el momento en el que llegabas tarde a un sitio porque me viste girar la calle, a la izquierda. Que he saltado veintidós veces los escalones que bajan al parque, ya sabes, el de los jueves.

Supongamos que un día me miras mientras escribo. Digamos que yo te he estado mirando desde que te conozco y no me hace falta verte para pintarte las faciones.

Digamos que un día nos cruzamos por la calle. Que te sorprendes porque el sol no te dejaba verme los labios. Pongamos que un día te recito todo esto y te confieso, que yo ya te escribía sin siquiera conocerte, y que te voy a seguir escribiendo, al menos, hasta que sepa tu nombre.
- Alicia López

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