miércoles, 28 de mayo de 2014


Parecía un lunes noche cualquiera. Lo que nadie podía ver era que en algún lugar de este mundo alguien estaría tan roto como ella. No entendía por qué se quejaban tanto de los domingos, las noches de los lunes son insoportables. Era como empezar con el pie izquierdo constantemente, vivir en un martes trece infinito a pesar de no creer en esas cosas. Todo iba tan deprisa que se iba a dar una hostia contra el suelo. Y de las grandes. No es que fuese la mejor chica del mundo, pero no sabéis lo bonita que es cuando lleva puesta esa camiseta que le llega por debajo del culo y ese moño despeinado por haber estado toda la noche soñando (a veces despierta). Tenía las ojeras preciosas, debía ser que llevaban nombre. También la manía de escribir en letras grandes, pero las cosas importantes en pequeño y en la esquinita. No sabéis cuántas veces desee ser su gato para observarla por las noches. Su almohada le ha visto ahogar más sueños que nadie, trovadora nocturna. Sabía tocar el piano en las costillas, y juro que no vi unas más bonitas que las suyas cuando arqueaba la espalda. Soñaba con una casa en el lago, tres hijos y un padre perfecto. Se deleitaba en las cuerdas de cualquier guitarra y su mejor amiga era una cerveza. Sus ojos marrones eran los más soñadores que he visto jamás, y no puedo hablarte de sus labios sin mancillarlos con cualquier adjetivo que no llega a ser ni la milésima parte de lo que provocan al tocar una piel. Y hablando de pieles, la suya era de porcelana intacta. Quizás por eso tanto se rompía. Tenía fijación por las puestas de sol y los puentes. Se las daba de alma solitaria cuando en el fondo no paraba de buscar a alguien que le lamiese las heridas y se quedase un ratito más sin que ella tuviese que pedirlo. Su debilidad por los corazones rotos era increíble, puede que fuese porque intentaba arreglarlos esperando a que un día, alguien lo hiciese con ella. No sabéis lo que daría, por ser el nombre que tatuarle en el ventrículo izquierdo del suyo.

jueves, 15 de mayo de 2014


Un día me hablaron de querer, y juro que me reí porque no sabían lo que me estaban diciendo. ¿Cómo iban a hablarme de eso, si ella nunca les había cogido de la mano para cruzar un paso de peatones? No podían decirme nada, si nunca se habían quedado dormidos encima de su barriga cuando tenían menos de dos años. Apuesto a que nunca han cerrado los ojos mientras ella les hacía cosquillas en el brazo y les hablaba de algo que hiciese olvidar esa pesadilla que les había despertado. No sabéis lo que es morir en un instante, cuando te da un beso en la frente y sonríe. Y me juego la cabeza a que nadie, absolutamente nadie, me ha soportado tantas tonterías. Porque bueno, al fin y al cabo, fue ella la que me enseñó cómo es esto a lo que llaman querer y no es capricho. Que tiene un corazón de esos que son tan grandes, que no son capaces de odiar. Y, aunque no lo sabe, tiene de color de ojos el tono de verde más bonito que me haya cruzado jamás. No sabéis el privilegio que es llevar viéndolo 18 años. Es que no sabéis lo que sus abrazos son capaces de curar cuando estás rota, o cuando te rompen. Es ella la que no para de desear que me haga mayor, y sin embargo, sigue viéndome como una niña pequeña. Firmaría por no crecer más para tenerla siempre conmigo. Lleva casi 19 noviembres haciéndome feliz. No tenéis ni idea de qué es la risa hasta que no la habéis visto hacer alguna de las suyas, hasta que no habéis pasado más de 24 horas con ella, o hasta que no os mordéis el labio negando la cabeza mientras pensáis en cómo esa pizca de locura os hace tanta falta. Y es que lo más difícil que he hecho hasta ahora, es decirle adiós los domingos y contar las horas que quedan para volver a abrazarla un viernes cualquiera. No sabéis que se siente cuando te dice sonriendo que está orgullosa de ti, y tu corazón entra en taquicardia.  Ha sido ella la que me ha visto dar mis primeros pasitos, y sigue viéndolos ahora. La que soporta mis canciones y escucha cada una de mis ilusiones, sabiendo que es ella una de las personas que me ha enseñado a soñar.

Parece no saber que ella es la musa de esto, la musa de mi vida. Y ojalá algún día, yo llegue a ser la mitad de madre de lo que es ella.

martes, 6 de mayo de 2014


Me dejaste con el corazón palpitando en la garganta. Pensé que me moría porque la aorta me estallaba. Así que juré, juré no volver a escribirte sin darme cuenta de que hay mil maneras de escribir tu nombre. 
Aún sigo preguntándome por qué no has convertido mi inicial en tu letra favorita, por qué no soy yo la que te quita el sueño y por qué no he conseguido ser la chica en la que piensas cada vez que te despiertas y de la que le hablas a tus amigos.
Pero yo estaba ahí, con las piernas cruzadas encima de la cama, intentado seguir respirando a un ritmo normal mientras escuchaba la última canción que me habías enviado. Me habías puesto el pelo de punta, y estaba luchando porque unas gotas saladas no saltaran desde mis pestañas.  Es que soy como la cenicienta, pero sin la parte de princesa. Soy de las que se rompen a las 12. Y miran al techo y piensan por qué el amor es tan jodido, y por qué a pesar de todo, sigue esperándolo. Aún sigo pensando que  un día voy a encontrar un corazón roto que arregle el mío y se deje arreglar. 
Así que cerré los ojos fuerte y escuché la canción que sonaría de fondo durante el próximo mes de mi vida. Y me imaginé cómo eran los dedos que hacían sonar esa guitarra, y los tuyos, recorriendo mi espalda despacito. Cuando los abrí, habías desaparecido y en la pantalla de mi móvil, estaba esa flecha de volver a reproducir. Me habías calmado los latidos, pero no las ganas.  Qué fácil es escribir te quiero a través de la pantalla del móvil. Qué difícil decírtelo a la cara y mirándote a los ojos. Mejor me despido de ti con un insulto cariñoso. 
Pero joder, que tú me has roto, tanto como a esas botellas de cristal al final de un botellón. Pero te has llevado un trozo y eres el único que puede reconstruirme. Qué irónico ¿no? Eso de ser el que mata y revive, digo. A pesar de todo, sabes que me dejaré matar 100 veces, si después de todo me sigues matando tú.
No sabes cuantas chicas quieren ser tu musa, algún día. Yo no. Yo no quiero ser musa, que eso es sólo temporal. Yo quiero ser poeta, tuya. Aún no sé por qué no te has dado cuenta. 
Pero bueno, ahora estás durmiendo, y yo he vuelto a reproducir la canción. 

viernes, 2 de mayo de 2014

Vivo en una época en la que el mundo se desvive por quejarse de cosas absurdas y sin sentido, preocupándose más de llenar de tonterías una red social que de valorar lo que tienen al lado. Pero que más dará lo que diga, al fin y al cabo... Es él quien está lejos y yo quien le echa de menos, ¿no?
Todos esos que pensáis que echar de menos es llevar 15 minutos sin ver a esa persona que habéis conocido hace tres noches en un garito, no sabéis que se siente al tener a alguien a quien quieres tanto en la otra parte del mundo intentando salvar vidas. No sabéis lo que es esperar un mensaje suyo, no para saber si se acuerda o no de mí, sino para saber que ha pasado otro día y sigue bien. Y no sé cómo podéis hablar de héroes si no lo conocéis. Que si tengo un héroe en esta vida es él. 
Somos tan iguales y tan distintos, que nos mataríamos mil veces solo para resucitarnos un millón de veces más en un abrazo. Uno de esos que solo da él y en el que pararíais el tiempo. Porque si nunca habéis querido parar el mundo en un abrazo es que nunca os han abrazo de verdad. Que ya empezó aquel 9 de noviembre salvándome la vida, y lleva haciéndolo 18 años, 5 meses y 22 días. Siguiéndome en cada pasito y a mi lado. Y espero que siga así muchos años, que aún le queda mucho por enseñarme, aún tiene que verme con la bata blanca y llevarme con él a salvar vidas. Y tengo que admitir que aún le quedan viajes de esos que él tanto adora porque sacrificar unos días de su tiempo puede salvar tantas personas, que es normal que se me infle el pecho cuando luego me lo cuenta. 
Podréis hablarme de lo que queráis, pero no me habléis de amor, sacrificio o vocación si no le habéis conocido.