martes, 6 de mayo de 2014


Me dejaste con el corazón palpitando en la garganta. Pensé que me moría porque la aorta me estallaba. Así que juré, juré no volver a escribirte sin darme cuenta de que hay mil maneras de escribir tu nombre. 
Aún sigo preguntándome por qué no has convertido mi inicial en tu letra favorita, por qué no soy yo la que te quita el sueño y por qué no he conseguido ser la chica en la que piensas cada vez que te despiertas y de la que le hablas a tus amigos.
Pero yo estaba ahí, con las piernas cruzadas encima de la cama, intentado seguir respirando a un ritmo normal mientras escuchaba la última canción que me habías enviado. Me habías puesto el pelo de punta, y estaba luchando porque unas gotas saladas no saltaran desde mis pestañas.  Es que soy como la cenicienta, pero sin la parte de princesa. Soy de las que se rompen a las 12. Y miran al techo y piensan por qué el amor es tan jodido, y por qué a pesar de todo, sigue esperándolo. Aún sigo pensando que  un día voy a encontrar un corazón roto que arregle el mío y se deje arreglar. 
Así que cerré los ojos fuerte y escuché la canción que sonaría de fondo durante el próximo mes de mi vida. Y me imaginé cómo eran los dedos que hacían sonar esa guitarra, y los tuyos, recorriendo mi espalda despacito. Cuando los abrí, habías desaparecido y en la pantalla de mi móvil, estaba esa flecha de volver a reproducir. Me habías calmado los latidos, pero no las ganas.  Qué fácil es escribir te quiero a través de la pantalla del móvil. Qué difícil decírtelo a la cara y mirándote a los ojos. Mejor me despido de ti con un insulto cariñoso. 
Pero joder, que tú me has roto, tanto como a esas botellas de cristal al final de un botellón. Pero te has llevado un trozo y eres el único que puede reconstruirme. Qué irónico ¿no? Eso de ser el que mata y revive, digo. A pesar de todo, sabes que me dejaré matar 100 veces, si después de todo me sigues matando tú.
No sabes cuantas chicas quieren ser tu musa, algún día. Yo no. Yo no quiero ser musa, que eso es sólo temporal. Yo quiero ser poeta, tuya. Aún no sé por qué no te has dado cuenta. 
Pero bueno, ahora estás durmiendo, y yo he vuelto a reproducir la canción. 

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