martes, 5 de agosto de 2014


El tic tac del reloj no para de sonar. Marca un compás y de fondo suena un piano con la melodía más triste que he escuchado jamás. El cielo quiere romper a llorar y sin embargo, hace meses que no llueve. El día que te fuiste todo se detuvo, todo, menos el reloj del salón que me recuerda que el tiempo pasa aunque está roto. La lámpara de la mesita se fundió esa misma noche, como aguardando tu regreso, y nunca ha querido volver a iluminarse. El suelo de la cocina echa de menos nuestros bailes, la taza verde sigue en su sitio y tu botella de cerveza medio llena en la ventana. Te quedaste el paquete de tabaco, no he sido capaz de tirarlo a pesar de todas las veces que te amenacé con hacerlo. Mis folios se han hartado de tu nombre, y las sábanas azules son demasiado frías. La almohada echa de menos tu colonia y yo… bueno, hay gente que jura haberme visto grietas. Guardé el vestido de flores, nadie merece verlo si no estás tú para  quitármelo. Los zapatos que me regalaste me dan vértigo y aquel puente de piedra parece viejo desde que no nos ve pasear corriendo. Los atardeceres dejaron de ser anaranjados y aquella pareja de ancianos hace mucho que no ha vuelto al parque. Es como si el día que tiraste del picaporte el mundo se diese cuenta, y entre no saber si pararse o girar más rápido volvió loco y me dejo estancada en un quise y no pude, quiero y no puedo. Todos tus discos siguen tirados en el suelo y tu libro junto a la chimenea.  Se me rompió una cuerda de tu guitarra, no quieren que le toquen si no son tus dedos. Los lunares de mi espalda tampoco. El reloj cada vez suena más lento y… tal vez el día que se pare regresas con un montón de chocolate, una canción nueva y un sueño casi cumplido. Quizás todo siga como ahora. Quizás… quizás el reloj admite que te fuiste y quizás...quizás continúa sonando hasta que deje de escribirte.
- Alicia López.

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