viernes, 2 de agosto de 2013

Si nos ponemos a hablar de ella, hay que admitir que esta niña es especial. Ese pelo negro y largo que le cae por toda la espalda soy capaz de distinguirlo en cualquier parte del mundo, y no solo por la de veces que he jugado con él entre mis dedos ni por la cantidad de trencitas que le he hecho. Y esos ojos color miel y al sol verdosos, de ese tipo de verde que recuerdan a un lindo gatito, y ella sabe mejor que nadie el por qué. Es imposible decirle que no cuando te mira y te maulla, o cuando te hace pucheritos  con tal de conseguir lo que quiere, y no hace falta aclarar si lo consigue o no. Y sus pequitas, sus pequitas son adorables, pero no he conocido a persona que le queden mejor que a ella. Podemos hablar también de su pinta labios rojo, que combina a la perfección con ella, con todo su conjunto, y sobre todo, con el color negro azabache de su pelo y lo blanquito de su piel. Por eso es mi Blancanieves.

Hay que mencionar su forma de ser, esa que consigue tranquilizarte al instante porque emana paz por los poros de su piel. Y pasar un solo momento con ella se traduce en que te entren ataques de risa floja y digamos que la seriedad se escapa y no hay forma posible de encontrarla.
Supongo y me atrevería a afirmar que de estos seis años juntas no puedo ponerlo todo aquí, no sabría que palabras usar para describirlo. Solo puedo decir que nos quedan muchos años y que tenemos que acabar grabando un vídeo que ella sabe cual es, esa es nuestra promesa.
Los dieciocho solo son el principio de todos los demás. Felices dieciocho pequeño gatito.










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