lunes, 26 de agosto de 2013

No me hables de como mira, porque cada vez que miraba sus ojos encontraba colores nuevos.
Ni como ríe, porque he estado presente en muchas de sus carcajadas. Tampoco de como bebe, porque más de una vez yo le he dado la cerveza.
No me hables de  sus pantalones, que yo ya he elegido varios y me sé sus colores. Y tampoco de sus camisas, esas que me encanta pero a la vez odio.
No me nombres de las marcas de su piel, que me las he aprendido de memoria. No intentes decirme cuántas costillas tiene, que he tocado el arpa en ellas en más de una ocasión.
No me hables del ritmo de sus latidos, que han sido mi banda sonora, ni de lo dulce de sus voz cuando canta porque yo la he oído en todas sus versiones.
No menciones de su pelo, ya se que es demasiado suave y en cuanto a cómo se lo peina, tranquila, que le he acariciado mil veces hasta quedarse dormido.
No me hables de como abraza, que sus brazos han sido mi abrigo en invierno, ni de su sonrisa de tonto, que yo he sido la causante varias veces.
Ni
de cómo te angustias cuando se va de viaje, que hablar con él mientras estaba en ese autobús se convirtió en una de mis necesidades.
No me hables de cómo hace deporte, que en alguna ocasión he sido su motivo para mirar a la grada. No me hables de cómo se sorprende, que más de una vez lo he sorprendido.
No vayas a mencionar como duerme, que siempre me ha encantado mirarle y no te atrevas a hablarme de sus sueños, que he sido protagonista y más de una vez los dos hemos soñado despiertos.
No me digas nada de su vida, que ése es mi cuento. No me hables de su música, porque no paro de escucharla, tampoco de sus gustos, que los tengo bien guardados.
No me hables de él, que sabes que te gano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario