lunes, 15 de julio de 2013

Pero la vida volvía a darnos la espalda. Y fue justo cuando todo parecía que nos iba a salir bien, cuando estábamos riéndonos nerviosos porque conseguimos lo que queríamos, porque estábamos a las puertas. Y todo se nos fue. Vino ese huracán que tanto temíamos y se llevo todo destrozándolo por completo. Y se nos fueron las sonrisas, el brillo en los ojos y todos los planes. Así, sin avisar, sin darnos tiempo a un adiós. Nuestro problema fue perdernos en uno en los ojos del otro y pensar que podríamos conseguirlo todo sin pensar que el tiempo no lo podíamos parar. Que relojes hay muchos y formas de medirlo miles, pero de pararlo, de pararlo no hay ninguna aunque nosotros pensásemos que juntos podíamos lograrlo. Creíamos que alejándonos del mundo nada podría pararnos y solo conseguimos que nos estallase en la cara. Y ahora solo nos quedan los recuerdos hechos trozos, guardados en el fondo de la mente. El saber que solo basta con mirarnos a los ojos. Los dos tenemos el sentimiento guardado dentro de nuestro corazón, como si fuese entre paños de algodones, el sentimiento de ese momento en el que pensamos que el mundo era enteramente nuestro. Pero todo se nos fue.




Menos el habernos encontrado.

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