lunes, 18 de febrero de 2013

Me atrevería a decir que es una de las personas que más aprecio en esta vida. Que la quiero más que a los peces de colores, que a la purpurina, que a los globos de helio, que a los pintauñas, que a las luces de colores, que a los abrazos, que a los besos, que a los reencuentros después de meses, que a viajar por todo el mundo, que al color azul. Más que a los días de verano, que al sol dándome en la cara, que a la música a todo volumen, que a correr todos los viernes, que a los tacones. Más que a los recuerdos, que a las tonterías juntas, más que al agua de la piscina, más que a las estrellitas del cielo, que a la guitarra y todo lo que ella significa para mí. Que a los carnavales, que a saltar como una loca, más que al pelo largo, más que a  un millón de chuches, más que al chocolate, más que a reír a carcajadas, más que a hacer pompas con los chicles, más que explotar pompas de jabón. Más que a las luciérnagas y a las mariposas, más que a las caras de hacer el tonto, más que a las horas juntas, más que a las miradas cómplices, que a los abrazos de oso de esa persona que te saca una cabeza, más que a las palabras de cariño. A ella, podría decirse que la quiero más que a nada.



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